
Bajo esta premisa se forjó Tucaratupapi (que alude al grito de guerra que lanzan para marcar el ritmo). El disco se materializó en tiempo récord: en menos de una semana ya tenían una docena de temas acabados, y se grabó este verano en Jerez. El resultado es un disco fresco, fresco, sin producción. Ellos mismos han dicho: “La grabación ha sido de lo más cutre, micros por todos lados (…) sin auriculares. En la misma habitación todo el mundo, tocando a la vez…”. Y así reivindican su condición de grupo de música callejera, emparentado con Los Chunguitos, Los Chichos y Las Grecas.
Es de agradecer que en un tiempo donde la producción y los arreglos lo son todo, o casi todo, haya un grupo de músicos –todos ellos con una sólida carrera personal-, que se reúnan y se ilusionen por componer y tocar juntos, por llevar a cabo un proyecto, donde la libertad creativa entronca con la tradición sureña más popular. Se lo pueden permitir y encima les sale bien. Han grabado bajo el sello Elemúsica, propiedad de Kiko, y han firmado un acuerdo de distribución con EMI/VIRGIN del que dicen estar satisfechos. Así pues, todos contentos. Y nosotros, a disfrutar de esas canciones que casi parecen directos, donde se celebran la tortilla y el jamón, además de temas costumbristas o títulos del todo surrealistas (La oreja baila sola), siempre bañados en afilada ironía.
Al escuchar el disco te adentras en ese ambiente de bodega que se respira. Es como si los vieras allí reunidos, tan contentos, cantando El vino y el pescao (declaración de principios): “Hay que ir a la freiduría / lo demás son tonterías / se mojó el papel / y no se puede leer / llena la copa otra
vez”. Hay temas muy flamencos como Pitágoras, donde la guitarra flamenca es la protagonista, junto con las palmas y el zapateao de Tomás. Otros recuerdan la banda sonora de una película de Kusturica, esos llevan el sello de Muchachito y su bombo, por ejemplo La oreja baila sola. Algunas canciones juegan con un cambio de ritmo: empiezan como un cosa y acaban en otra. Callao empieza como una canción de cuna: Calla, calla / o habla para siempre / lo que tengas que decir / dilo para siempre “, para continuar por peteneras: “ el despertador / la cuchara / el sujetador de tu hermana / el calor / la lavadora …”, demostrando su humor surrealista. G-5 es una declaración de intenciones: “El G-5 ya ha llegado / siempre tieso y despeinado / personajes callejeros / luchando contra rateros / despeinando el mundo entero”. 40 forajidos es un tortilla-western donde el banjo y el arpa de boca destacan. Día de promoción suena a chirigota de Cádiz, cuenta la anécdota de un día en televisión. Y el disco cierra con Ay omá, un final improvisado a lo beatboxing donde cantan “a las papas aliñás”.

La libertad y la improvisación se dan la mano con el flamenco, el rock, la rumba, el punk, el rap, etc., todo cabe en este saco que es "Tucaratupapi". Larga vida al G-5 (o al
G-6, G-8 o cualquier reunión futura).
G-6, G-8 o cualquier reunión futura).
Sílvia Badia Serra
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